Los procesos morfodinámicos presentan
diferencias en su actividad dependiendo de
la eficacia del agente morfológico.
De esta manera, la intensidad del proceso
morfodinámico depende de la
cantidad de energía cinética
necesaria para generar tales procesos o,
dicho de otra forma, la intensidad de los
procesos morfidinámicos dependen de
la cantidad de energía potencial
liberada en un evento
morfodinámico.
Un concepto que se confunde con el
anterior es la magnitud de los procesos
morfodinámicos. La magnitud
corresponde al área en que se
manifiesta un proceso
morfodinámico. Esto va a depender
tanto de la intensidad del proceso como de
caracteres espaciales tales como la
posición geomorfológica y la
escala, es decir, la relación de
orden entre las dimensiones de las
geoformas.
De esta manera, la magnitud estará
limitada por umbrales de funcionamiento,
es decir, el límite de la
influencia de un determinado proceso
morfodinámico. Existen
límites de la influencia de los
procesos morfodinámicos que no son
de caracteres espaciales sino temporales.
Un ejemplo de ello es el umbral de
funcionamiento de la erosión de los
ríos durante las crecidas, hasta el
estiaje.
El período de espera entre dos
procesos consecutivos similares (dos
crecidas, por ejemplo), se denomina
histéresis. En cambio, el
período de espera en que se
producen los procesos tras haber actuado
el agente morfogenético se denomina
resilencia. Por ejemplo, después de
lluvias intensas, la avenida de los
ríos suele tardar, dependiendo de
la superficie de la cuenca, entre 15 y 90
minutos.
En general, todos los procesos
morfodinámicos están
relacionados con la influencia que el
clima ejerce en los agentes
morfogenéticos. De esta manera
existen procesos y geoformas
zonales,
azonales
y extrazonales.