El
principal agente modelador de las costas
es el oleaje, tanto por su acción
mecánica directa sobre el litoral
como por los procesos
hidrodinámicos que genera al
acercarse a la línea costera. En
efecto, las olas
oscilatorias
en alta mar no generan transporte de masas
de agua (ver figura 1).
En ellas, un objeto que flota en la
superficie marina describe una
órbita o trayectoria circular
completa con el paso de cada ola. Sin
embargo, cuando estas ondas llegan a aguas
poco profundas cercanas a la costa, las
olas se transforman en olas
de
traslación.
Cuando las olas de oscilación se aproximan a
la costa y la profundidad del fondo es inferior a la
mitad de la longitud de onda de las olas, éstas
comienzan a sufrir deformaciones provocadas por la resistencia
que ejerce el fondo marino. Una de estas modificaciones
a la dirección de propagación de las ondas
es la refracción,
esto es, el cambio de dirección de la onda colocándose
en forma paralela a las curvas de igual profundidad
(isóbatas). Cuando ocurre refracción del
oleaje la velocidad y la longitud de onda disminuyen,
mientras que la pendiente de la ola se exagera haciéndose
inestable hasta romper. La topografía submarina
y la configuración de la línea de costa
condicionan además, los fenómenos de difracción
y de reflexión
del oleaje.
La longitud de onda es la distancia de
separación entre las crestas de la
ola y puede variar entre 90 y 300
metros.