El tomate tiene su centro de origen en la zona oeste de América del Sur, entre Chile y Colombia, donde se encuentra creciendo en forma silvestre, al igual que todas las otras especies del reducido género Lycopersicon. Su domesticación habría ocurrido en México, a partir del tomate cereza (Lycopersicon esculentum var. cerasiforme )que crece espontáneamente en toda la América tropical y subtropical. Desde esta zona y con el nombre vulgar de tomate (derivado de tomatl en el lenguaje Nahua de México), fue llevado a Europa a inicios del siglo XVI, donde fué considerada como planta venenosa por la presencia de tomatina, un alcaloide presente en sus hojas y frutos inmaduros. Por esto, inicialmente se usó sólo como planta ornamental y en los siglos siguientes, al comprobarse la inocuidad del alcaloide, pasó a constituirse en un producto central en la alimentación de países europeos, en especial los de la zona mediterránea. En la actualidad, es una especie de gran y creciente importancia en el mundo, donde destacan China, India, Estados Unidos y Egipto, como los países de mayor superficie cultivada y, al mismo tiempo, como ejemplos de su amplia distribución actual.