El segundo viaje: comienza la colonización del Nuevo Mundo (1493-1496)
Cádiz En el Atlántico, pasadas las ilas Canarias Isla Guadalupe en las pequeñas Antillas Isla de la Española España

 


Cádiz
Las noticias traídas por Colón al regreso de su primer viaje despertaron un gran interés en la corte y entre la gente de mar. De pronto, todo el mundo quería embarcarse a las Indias, ya fuera por espíritu guerrero tras el término de la guerra contra los moros, por la codicia del oro que se presumía abundante o por afanes evangelizadores.
De toda la gente que concurrió se seleccionaron entre 1.200 y 1.500 personas para acompañar a Colón en esta segunda expedición. Entre los viajeros iban Diego Colón, hermano menor del Almirante; Pedro Margarit, amigo personal del rey Fernando; los futuros conquistadores Alonso de Ojeda, Juan Ponce de León, Diego de Velásquez y Juan de la Cosa; el médico sevillano Diego Alvarez Chanca y Michel de Cúneo, quienes registraron las peripecias del viaje en pintorescas relaciones; y religiosos como Bernardo Boyl (antiguo secretario del rey) y Ramón Pané, considerado posteriormente el primer etnógrafo de los nativos americanos.
El 25 de septiembre de 1493, una hora antes del amanecer, una imponente flota compuesta por 14 carabelas y 3 naos, bien provistas de víveres, pertrechos, armas, mercaderías, semillas y animales, zarpó del puerto de Cádiz rumbo a las Indias. Iban con la intención de quedarse e iniciar la explotación de las tierras recién descubiertas.

 


En el Atlántico, pasadas las islas Canarias
El 13 de octubre, la flota dejó atrás la última de las islas Canarias, la del Hierro. Desde ella Colón se lanzó al vasto océano tomando un rumbo sudoeste muy distinto al utilizado en el primer viaje. Por este camino, pese a que tuvo que afrontar breves temporales, la marcha se hizo más rápida. En tan solo 19 jornadas y batiendo su propia marca transatlántica, a principios de noviembre de 1493 la flota llegó al extremo meridional de las Pequeñas Antillas, a una isla bautizada como Dominica porque era domingo.

 


Isla Guadalupe en las Pequeñas Antillas
Antes de arribar a La Española, donde Colón había dejado una pequeña guarnición en el fuerte Navidad, la flota se fue deteniendo en algunas islas. En Guadalupe los viajeros conocieron algunas costumbres de los nativos caribes: "Diez hombres [al mando de Diego Márquez] se internaron con propósito de pillaje y pronto se extraviaron. Como al día siguiente aún no regresaban, Colón envió cuatro partidas de cincuenta hombres cada una a buscarlos, «con trompetas, cuernos y linternas, y a pesar de todo no los podían hallar, y hubo momentos en que temimos más por los doscientos que por los primeros. Pero plugo a Dios que los doscientos regresaran muy cansados y hambrientos. Creímos -agrega Cúneo- que el grupo de Diego Márquez había sido comido por los dichos caribes que acostumbraban a hacerlo.» La expedición de socorro encontró pruebas abundantes de estas costumbres desagradables de los caribes que originaron una nueva palabra -cannibal- en los idiomas europeos. En la chozas abandonadas por los guerreros, que huyeron cobardemente, encontraron trozos de carne humana y articulaciones, tibias preparadas para transformarse en flechas, muchachos arawaks [taínos] castrados a los que engordaban para destinarlos a la parrilla y muchachas cautivas que se dedicaban a la producción de niños, a quienes los caribes consideraban como un sabroso manjar. La expedición de rescate trajo de vuelta a unos veinte de estos cautivos y otros se dirigieron a la costa y se entregaron voluntariamente... Al igual que la repugnancia por las costumbres de los caribes, los españoles debieron admirar sus mantas de algodón «tan bien tejidas que no deben nada a los de nuestra patria» y sus vasijas de barro. Pero no se encontraron ni vestigios de oro". Fuente: Samuel Eliot Morison, El Almirante de la Mar Océano. Vida de Cristóbal Colón, Ed.F.C.E., México, 1991, págs.542-543.

 


Isla de La Española
En La Española, los europeos hallaron totalmente destruido el fuerte Navidad y muerta su dotación. En vista de aquello, Colón resolvió abandonar esa zona y ordenó la fundación del primer poblado hispano del Nuevo Mundo: la Isabela en la costa norte de la misma isla. La elección del lugar resultó ser no muy afortunada, pues muy pronto se multiplicaron las enfermedades entre los expedicionarios y escaseó el alimento. Por otra parte, se efectuaron varias incursiones hacia el interior en busca del ansiado oro, pero se encontró muy poco. Las ilusiones forjadas por muchos se iban desvaneciendo y el entusiasmo de la partida se tornaba en nostalgia por volver a la península. Sobre todo los funcionarios reales se quejaban de los rigores del clima y se lamentaban de su incómoda situación, lo cual motivó a Colón a despachar doce buques de regreso a España el 2 de febrero de 1494. Esta flota llevaba, además, 30.000 ducados de oro, falsas especias, sesenta papagayos y veintiséis indios, de los cuales tres eran caribes caníbales.

 


España
En ausencia de Colón la corona española había tenido que negociar con Portugal el dominio en las aguas y tierras recién descubiertas. Aún no estaba claro quien poseía mayores derechos sobre el posteriormente denominado Nuevo Mundo y fue necesario llegar a un acuerdo que pusiera fin a las controversias hispano-lusitanas. De esa manera, mientras en La Española se erigía el primer poblado europeo, en Tordesillas ambas coronas firmaron un tratado que dejó en manos de España los territorios hallados por Cristóbal Colón.
Por su parte, en el mes de marzo de 1496, Colón decidió regresar a la península, alarmado por los informes negativos que habían realizado personeros descontentos con su gestión como gobernador de los nuevos dominios. Las relaciones del padre Boyl y otros, acusaban al Almirante de nepotismo y de no saber mantener el orden y la convivencia en la isla. Dejando a su hermano Bartolomé a cargo de La Española, Colón retornó a España con dos naves, una de ellas -la India- construida en el Nuevo Mundo. Arribó a Cádiz en junio y se preparó para enfrentar a los reyes, cuyo ánimo presumía muy indignado por las denuncias contra su persona. Sin embargo, los Reyes Católicos escucharon los descargos de Colón y le confirmaron sus privilegios y títulos. Tras dos años de espera, el infatigable Almirante consiguió los barcos y pertrechos necesarios para emprender una tercera expedición al Nuevo Mundo.