 | Detalle de un fresco que muestra la importancia del nuevo soldado en la Europa del siglo XV. |
"Los soberanos intensificaban los esfuerzos a fin de reunir, adiestrar y organizar sus ejércitos, es decir, los diferentes batallones formados por sus súbditos. También procuraban proveerse de los fondos necesarios para reclutar a sueldo, no ya como en el pasado a mercenarios, que accedían en pequeños grupos o individualmente, sino a las nuevas fuerzas, ‘compañías’, mucho más potentes, numerosas y mejor adiestradas, las cuales eran verdaderos ejércitos profesionales. Las bandas suizas y los escuadrones españoles eran muy solicitados, y servían de ejemplo por su táctica y estructura militar: combinaban el empleo de las armas hasta entonces tradicionales, las de filo y las arrojadizas (a diferencia de los ejércitos ingleses, que utilizaban los arcos, muy eficaces contra la caballería; y las tropas del resto de Europa, que preferían el empleo de las ballestas, que poseían una mayor fuerza de penetración), con las nuevas armas de fuego, mosquetones y arcabuces, y con una utilización masiva de la pica, precedente de la moderna bayoneta. Las primeras armas de fuego eran lentas y de difícil manejo y, por consiguiente, su empleo distaba de ser decisivo. Sin embargo, éstas fueron imponiéndose poco a poco y la infantería sustituyó a la caballería como protagonista de las batallas; tanto es así, que cada vez iba más acompañada de la colaboración de la artillería, decisiva para destruir las fortificaciones adversarias y también para infligir a los enemigos pérdidas mortales. También entonces se crearon ejércitos permanentes". Fuente: Historia Universal Salvat, Vol.XI, Ed.Salvat, Barcelona, 1985, pág.1362.
|