"Gravísimo fue lo acontecido en Santiago el 11 de septiembre de 1541, pues los indios de la comarca santiaguina, una vez producida la división de las fuerzas españolas (Valdivia partió con 80 hombres al sur y quedaron 50 en la ciudad), se lanzaron a un ataque general. La defensa de Santiago consistía en ese momento en una empalizada levantada en la plaza central de la ciudad. Allí hubieron de refugiarse los españoles. Los naturales, al mando del cacique Michimalonco, fueron tenaces en su empeño, comprendiendo que si acaban con Santiago y sus moradores, terminaban también con la recién comenzada colonización.
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La defensa fue tan encarnizada como el ataque, y el triunfo se logró a costa de sangre. Inés Suárez, la manceba de Valdivia que le había acompañado desde el Perú, y que llegó a gozar del aprecio de sus compañeros, se distinguió por su decisión y el ánimo que supo infundir en los defensores. Todo ardió. Desaparecieron las chozas que hacían de casas y los bastimentos. Incluso se quemó el libro de actas del cabildo, que hubo de ser reconstituido algún tiempo más tarde. Se salvó algo de trigo y de maíz, algunos cerdos y algunas aves de corral". El escarmiento para los derrotados nativos que puso fin a la batalla fue ideado por Inés Suárez, y consistió en la decapitación de siete jefes indígenas y el lanzamiento de sus cabezas a los atacantes.
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