"El universo maya fue considerado como un continuum tempo-espacial, en el cual el tiempo fue siempre cíclico y en él cada período fue testigo de un proceso de creación y de destrucción que se alargó durante 13 Katunes . El espacio también fue considerado un continuum entre el Cielo, la Tierra y el Inframundo. El Cielo estaba compuesto por 13 capas estratificadas, descansando la última sobre la Tierra. Cada nivel celeste era gobernado por un dios, y todas las divinidades formaban un grupo denominado Oxlahuntikú. La divinidad que regía el Cielo en su conjunto era Itzamná.
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El espacio intermedio entre el Cielo y el Inframundo era la Tierra que se levantaba como una capa más, casi imperceptible. Debajo de ella se distribuían los nueve pisos del Inframundo, también estratificados y presididos cada uno de ellos por uno de los Nueve Señores de la Noche, que formaban el grupo de los Bolontikú.
Cada esquina de los estratos que formaban el universo maya estaba dominada por un punto cardinal y un color determinado, que influían en los aspectos que presentaba cada divinidad. De esta manera, el rojo se relacionó con el este, el negro con el oeste, el amarillo con el sur y el blanco con el norte, mientras que el centro pudo haber estado gobernado por el verde, y fue concebido como el lugar de la gran ceiba, el árbol sagrado que unía el Cielo con el Inframundo".
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