El primero que la comenzaba era el señor, y en tanto que el la hacía todos callaban; tomaba su cohoba (que es sorber por las narices aquellos polvos, como está dicho), y tomábase asentados en unos banquetes bajos, pero muy bien labrados, que llamaban duhos..., estaba un rato la cabeza a un lado vuelta y los brazos encima de las rodillas, y después alzaba la cara hacia el cielo hablando sus ciertas palabras, que debían ser su oración a Dios verdadero o al que tenían por Dios; respondían todos entonces cuasi como cuando nosotros respondemos amen, y esto hacían con grande apellido de voces y sonidos, captándole la benevolencia y rogándole que dijese lo que había visto. El les daba cuenta de su visión, diciendo que el Cemí le había hablado y certificado de buenos tiempos o adversos, o que habían de haber hijos, o que se les habían de morir, o que habían de tener alguna contención o guerra con sus vecinos".
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Fuente: Bartolomé de Las Casas, Apologética historia sumaria, tomo II, libro III, capítulo CLXVI, Ed.UNAM, Instituto de Investigaciones históricas, México, 1967, pág.175.
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