Vida cotidiana |
![]() La mayor parte de los habitantes del Tahuantinsuyo vivía en el ámbito rural, integrado a su ayllu. Allí los días transcurrían entre las labores agrícolas para la comunidad, los trabajos para el estado y las festividades religiosas. En general, los funcionarios incas no permitían a las personas abandonar sin autorización su lugar de origen. Para controlar el cumplimiento de esta disposición, cada grupo étnico integrado al imperio debía usar un distintivo en su vestimenta. Así por ejemplo, los huancas del norte usaban un turbante negro, los collas del Titicaca se diferenciaban con su típico gorro de lana o los de Cajamarca lucían un cordón delgado en el pelo. |
![]() Pero también había un número importante de población urbana, fundamentalmente en la capital Cuzco y sus alrededores (Písac, Ollantaytambo, Kenco, Machu Picchu). En estas ciudades, la gente habitaba casas de piedra con techos de paja, totora u otros vegetales. Eran construcciones de uno o dos ambientes, muy pequeñas y sin ventanas, las cuales eran entregadas a la persona que contraía matrimonio. Las urbes también albergaban edificios públicos, plazas y calles angostas y rectas que poseían desagües y canaletas. La piedra usada para la construcción de viviendas y templos era el granito. Las piedras se unían por medio de salientes o tarugos que se insertaban en agujeros previamente tallados. De esa manera, los muros incas eran extraordinariamente firmes y resistían los terremotos sin problemas. Estas murallas aún se pueden admirar en la ciudad de Cuzco. |
![]() El día de los cuzqueños se iniciaba cuando las mujeres se levantaban una media hora antes que sus maridos a machacar el maíz en el metate. Como a las siete y media, el hombre se ponía uno de sus dos trajes de lana de llama que el estado entregaba a todos los recién casados. A continuación tomaba un frugal desayuno y se dirigía al trabajo. Mientras tanto, las mujeres tenían muchas obligaciones: recoger leña, tejer, cocinar, cuidar a los niños y mantener el orden en la casa. Como a las seis de la tarde finalizaba la jornada laboral de los hombres, sin descanso desde la mañana. Cuando se hacían presentes el cansancio o el hambre, se masticaban hojas de coca que permitían recuperar las energías. Una vez en casa, la familia compartía la comida del día, acompañada a menudo de chicha. En los días más fríos, se conversaba alrededor del fogón y se contaban historias o sucesos ocurridos en la ciudad. Las fiestas en que participaba la familia eran animadas con instrumentos y danzas propias de los Andes. |