No todas las personas
necesitan dormir igual número de horas. Los
más jóvenes, quienes realizan esfuerzos
físicos o psíquicos intensos, así como
personas con determinadas características, suelen
necesitar dormir más. En promedio, un niño
puede requerir dormir 10 horas diarias, un adulto entre 6 y
8 horas, mientras que una persona de edad avanzada puede
tener suficiente con 5 o 6. Cabe destacar que podemos
encontrar personas que duermen 4 horas y otras que requieren
10 horas y ambas pueden lograr la misma sensación
reparadora.
Son variados los factores
que influyen en el logro de un dormir reparador, como se
dijo, no sólo importa el número de horas
dormidas sino también la sensación de que esas
horas hayan sido las suficientes para la persona. Otros
aspectos lo constituyen: el tiempo que se demora en
conciliar el sueño ( período de latencia), el
numero de veces que se despierta por la noche, el tiempo que
se demora en volver a conciliarlo y la sensación de
haber amanecido descansado.
En cualquier estudio
del sueño es importante considerar tres
aspectos:
Estrustura del
Sueño
Estas dos etapas NREM y
REM se alternan continuamente durante la noche, formando un
patrón cíclico que dura aproximadamente entre
70 y 110 min en el primer ciclo y entre 90 y 120 min del
segundo ciclo en adelante. Este faceta se repite
aproximadamente entre 4 y 6 veces cada noche, según
la duración total del sueño.
El ciclo comienza con el
estado NREM sucediéndose consecutivamente las cuatro
fases, apareciendo el estado REM luego de 70 a 110 min de
comenzado el ciclo. El primer período REM puede ser
breve, pero generalmente va aumentando en tiempo mientras
transcurre la noche, desapareciendo conjuntamente
así, la etapa III y IV del sueño no-REM, hacia
la madrugada.
Esta arquitectura cambia a
lo largo del ciclo vital, siendo similar en personas de la
misma edad pero puede verse alterada en algunas de
ellas.
Alteraciones
del Sueño
Problemas del
sueño a través de las etapas del Ciclo
Vital
Las alteraciones de
sueño en los niños pueden ser clasificadas
en general en: Disomnias y Parasomnias.
Las disomnias o
alteraciones en cantidad y oportunidades del
sueño, donde se incluyen la apnea del
sueño, interrupciones excesivas del sueño
nocturno y trastornos de las fases del sueño en
los que el tiempo que los padres le asignan al descanso
no es sincrónico con el que el niño
necesita.
Las parasomnias,
interrupción del sueño por terrores
nocturnos, pesadillas, sonambulismo o hablar
dormido.
Si bien es cierto, que
durante la infancia, los motivos de consulta más
frecuentes los constituyen los antes mencionados, los
padres a veces no buscan ayuda ante estos problemas, y en
otras oportunidades se preocupan sólo de conseguir
para el niño un patrón de sueño
"normal".
Existen varios factores
que afectan el sueño en los niños, entre
ellos se pueden contar los físicos o corporales
como enfermedades, los factores que tienen que ver con la
conducta del niño como su temperamento o la
capacidad para adaptarse al medio que lo rodea, los
relacionados con el desarrollo, es decir desde el
desarrollo cognitivo y afectivo del niño, el
reconocimiento de personas significativas hasta el
concepto de permanencia del objeto en el espacio. Y el
factor ambiental de rutinas o hábitos, por
ejemplo, hiper estimulación, asociaciones
inadecuadas, reglas poco precisas en relación a
horarios, entre otras muchas .
Sin diferenciar entre
problemas y patología propiamente tal, se ha
establecido que en los niños puede haber miedo a
objetos específicos (perro, monstruo, obscuridad)
y temor a acostarse. En ellos una de las
patologías de sueño de consulta frecuente
es la pesadilla, ocurre aproximadamente en un 50%
entre 4-5 años hasta en un 50% de los niños
de 10 años. La pesadilla se traduce en un
despertar angustiado pero donde la persona es capaz de
relatar los contenidos del sueño, ocurren
generalmente en la etapa REM y en la última parte
de la noche, a diferencia de los terrores
nocturnos en que la persona grita o llora y aparecen
signos autonómicos, parece despierto pero no lo
está, y luego es incapaz de relatar lo sucedido,
esto ocurre más frecuentemente en el inicio de la
noche, se presenta en el 3.5% de menores de 5
años. Esto se hace patológico, cuando
persiste y altera tanto el sueño como la
convivencia familiar normal.
En grupos de
pre-escolares y escolares,se ha descrito sonambulismo,
enuresis (orinarse mientras duerme),
somniloquia (hablar dormido), uso de objetos para
dormirse desde los 4 a los 14 años
respectivamente, movimientos rítmicos en el
sueño (movimiento de piernas, cabeza),
bruxismo (apretar los dientes al dormir).
Se observa que la mitad
de los niños menores de tres años
duermen con sus padres. Estos resultados coinciden
con los estudios realizados en el Centro de Estudios
Médicos del Sueño de la Pontificia
Universidad Católica de Chile.
Las alteraciones de
sueño en los adultos se presentan con mayor
frecuencia después de los 35 años de edad,
sin embargo, en nuestra experiencia clínica de
estos últimos 5 años se ha producido una
consulta frecuente de personas de alrededor de los 20
años que presentan alteraciones del sueño
relacionadas con desajustes del ciclo circadiano o
insomnio.
Se definirá como
Insomnio la percepción de sueño
inadecuado y anormal, donde se incluye la dificultad para
iniciar el sueño, frecuencia de despertares
mientras se duerme y sueño no reparador. Dentro de
los criterios se hace importante considerar el tiempo en
que se inicia el síntoma y en este sentido se
considera a lo menos un mes y el hecho que provoque un
malestar clínicamente significativo o un deterioro
social, laboral, o en otras áreas de la vida
diaria de la persona.
La Hipersomnia,
es decir, presencia de sueño en momentos que
no son los propicios,durante el día, puede tener
variadas causas o relaciones, como ser consecuencia de un
insomnio, de síndrome de apnea obstructiva y en
menor frecuencia relacionada con movimientos
periódicos de extremidades.
Entre las causas
más comunes que afectan el sueño en los
adultos, destacan los malos hábitos antes y
durante el sueño, por ejemplo pasar gran parte del
día en el dormitorio, horarios irregulares para
acostarse y levantarse, rutinas como comer, fumar o hacer
ejercicios previos al acostarse, ver televisión,
etc. También el ambiente se constituye en un
factor tremendamente importante en el desencadenamiento
de los problemas del dormir, entre ellos, por ejemplo la
decoración de los dormitorios, el exceso de
iluminación mientras se duerme, temperatura
ambiental elevada, incomodidad de la ropa de cama, el
colchón, la almohada. Se ha encontrado que las
personas más jóvenes tienen trasgresiones
horarias o preocupaciones que impactan directamente en su
calidad de sueño.
Existe un número
no poco considerable de personas que realizan turnos de
noche y que tienen
algún grado de desadaptación a ellos,
debido que la regulación del sueño-vigilia
determinado por el ritmo circadiano está
desincronizado . Este problema se ve acentuado debido a
que las condiciones que tienen los lugares de turno no
poseen las características para un funcionamiento
más adecuado del organismo frente a la
deprivación de sueño; son lugares que
tienen escasa luz y ventilación, se ingiere
comidas muy pesada durante el turno, y luego en la salida
del mismo las personas llegan a dormir toda la
mañana, bajo condiciones de luminosidad, ruido u
otra, que a su vez altera el sueño nocturno.
Asimismo, la ingestión de sustancias para
mantenerse despiertos como café, u otro
estimulante y el consumo de alcohol o medicamentos para
dormir, agravan aún más el problema.
Al pensar en un plan de
intervención de los problemas del sueño es
necesario partir de la base que la persona tome
conciencia de su alteración, de que su
sueño no tiene la calidad ni la cantidad adecuada
para ella y luego se le puede abordar en forma integral
de modo de proveerle todos los recursos necesarios para
que logre desarrollar sus propias capacidades de
autocuidado, lo que significa que a pesar de existir
patrones generales, a cada persona se le debe realizar su
propio plan terapéutico.
La exposición a
la luz durante el día, el desarrollo de
actividades recreativas y de ejercicio físico, el
cambio de alimentación previo al acostarse,
técnicas de relajación y cambios de rutinas
en general permitirán en el corto o mediano plazo
(entre dos semanas y seis semanas) mejorar la calidad de
sueño.
En algunas personas es
necesario intervenir con medicamentos inductores del
sueño que tarde o temprano, en la mayor parte de
los casos se pueden ir retirando, pero siempre con la
supervisión del equipo de salud.
En el caso de los
niños es importante considerar a la familia, que
se trabaje con los padres y con el niño en forma
paralela y conjunta, para que logren incorporar
estrategias de crianza adecuadas en pro de mejorar tanto
el dormir de su hijo como el propio. Se sabe que un
sueño inadecuado de los niños puede afectar
la dinámica familiar y por ende dañar el
vínculo padres- hijos.
Por lo expuesto, se
hace necesario crear conciencia en relación con
las alteraciones del sueño, para manejarlas en
forma oportuna y adecuada como asimismo, prevenir desde
edades tempranas, con educación a los padres y
niños, los problemas que potencialmente puedan
presentar de adultos, para de este modo aportar a la
calidad de vida de la población.
Se le sugiere evaluar
su calidad de sueño y si ésta no cumple con
calidad y cantidad, se le recomienda consultar en forma
rápida.
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