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Muerte de la cacique Anacaona

"Tuvo este señor gobernador (Nicolás de Ovando), voluntad de ir por aquel camino y hacer un hecho bien sonado (...) Un domingo después de comer como tenía concertado, mandó cabalgar a todos lo de caballo, con título que querían jugar a las cañas, y a todos los de pie allí junto aparejados; dice Anacaona al comendador mayor que ella y aquellos señores caciques quieren ver con él el juego de las cañas; dello al comendador mayor mucho place, pero que haga llamar todos los señores y con ella vengan juntos, que les quiere hablar en su posada. Tenía concertado que los de caballo cercasen la casa y los de fuera y dentro estuviesen aparejados, y que cuando él pusiese la mano en una pieza de oro que tenia a los pechos colgada, comenzasen a atar a los señores que dentro estaban y a Anacaona, primero sacadas todos sus espadas, y después hiciesen lo que más les estaba mandado. Entra la señora y reina noble Anacaona y que muchos y grandes servicios había hecho a los cristianos y sufridoles hartos insultos, agravios y escándalos; entran ochenta señores que por allí más a mano se hallaron, ella y ellos con su simplicidad y descuidados; esperan la habla del comendador mayor. No habla, sino pone en la joya que a los pechos tenía la mano; sacan los satélites sus espadas, tiemblanlés a Anacaona y a todos aquellos señores las carnes, creyendo que los querían allí despedazar. Comienzan a dar gritos Anacaona y todos a llorar, diciendo que porque causa tanto mal; los españoles danse priesa en los maniatar; sacan solo a Anacaona maniatada, pónense a la puerta del caney o casa grande gentes armadas, que no salga nadie; pegan fuego, arde la casa, quémanse vivos los señores y reyes en sus tierras, desdichados, hasta quedar todos, con la paja y la madera hechos brazas (...) a la reina y señora Anacaona, por hacelle honra, la ahorcaron"

De las Casas, Fray Bartolomé, Historia de las Indias, Ed. Fondo de cultura económica, México, 1951, Tomo II, Cap. IX, P. 237 - 238


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