Tradicionalmente se ha considerado al alcohol peligroso en relación a cierta actividades y beneficioso e inocuo en relación a otras. Por ejemplo, no es recomendable para un montañista, un conductor, o un controlador (radio, TV, tráfico aéreo). En dosis adecuadas, produce efectos agradables en situaciones recreativas y aún, se le consideraba en ciertas convalescencias.

En realidad, el alcohol es un gran depresor del sistema nervioso central que afecta funciones motoras, psíquicas y sensoriales. Obviamente que sus efectos dependen de los niveles sanguíneos que alcance, lo cual involucra también la posibilidad de que si estos son muy altos se induzca primero un efecto anestésico, pudiendo tornarse muy peligroso, de alta toxicidad, que puede llevar a producir un paro respiratorio.

Ingerido en forma crónica y excesiva provoca enfermedaes neurológicas y mentales, donde aparecen daño cerebral, amnesia, perturbaciones del sueño y hasta psicosis.

Los efectos iniciales del etanol se caracterizan por ser más bien de carácter desihibidor. Pero funciones como la memoria, la capacidad de concentración o de instrospección se debilitan o terminan por perderse.

Bajos sus efectos, las personas tienden a hacerse más confidentes expansivas, locuases y pueden llegar hasta mostrar arranques emocionales o temperamentales. Todos estos cambios conductuales pueden estar matizados por alteraciones psíquicas y/o motoras las que, sin embargo, se presentan bajo la influencia de niveles tóxicos o cercanos a ellos.

A nivel celular el alcohol puede actuar sobre la membrana plasmática y sobre las funciones sinápticas.