La conducta es el comportamiento que cada individuo desarrolla en los distintos ambientes con los que se enfrenta. Esta característica depende de factores genéticos y de factores ambientales que comienzan a ejercer su influencia desde la vida uterina y que cobran gran relevancia después del nacimiento.

Históricamente, las conductas se han dividido en instintivas y aprendidas.

Las primeras dependen principalmente del patrimonio genético y su estudio se ha centrado, entonces, en los llamados instintos. En una primera etapa y gracias a los trabajo de K. Lorenz y de N. Tinbergen, este tipo de conductas se investigó en forma comparativa, desde el punto de vista de los mecanismos, de la ontogénesis y de la evolución. Este enfoque en el estudio de las conductas generó una nueva ciencia, la etología. Entre las conductas instintivas se consideran: la conducta sexual, la conducta emocional, las motivaciones, y conductas relacionadas con la homeostasis.

Las conductas aprendidas tienen un alto significado no sólo de sobrevivencia sino que también de adaptabilidad social. En estas conductas tienen gran importancia el lenguaje, el aprendizaje y la memoria.

Consideradas en su conjunto, las conductas tienen como significado final el asegurar la sobrevivencia del individuo y la de la especie.

Entre las conductas que aseguran la sobrevivencia del individuo están las relacionadas con la regulación de la temperatura, de la alimentación y de la sed. Ellas se basan en interacciones entre estímulos ambientales y mecanismos homeostáticos que regulan la temperatura corporal, la glicemia, la osmolaridad y el volumen del medio interno.

Entre las conductas que aseguran la sobrevivencia de la especie están las relacionadas con el desarrollo cognitivo y el lenguaje.