| Pintura de Pieter Bruegel "El Viejo" (fragmento). El triunfo de la muerte. |
Cuenta el cronista Agnolo di Tura: "La mortalidad en Siena comenzó en mayo de 1347. Fue cosa cruel y horrible: no sé por dónde empezar a hablar de su crueldad y de sus sufrimientos horribles. Diríase que casi todos quedaban idiotizados al ver aquel dolor. Y es imposible para la lengua humana narrar la horrible verdad. En realidad, quien no vió cosas tan horribles puede considerarse bienaventurado. Y las víctimas morían casi inmediatamente. Se hinchaban en los sobacos y la ingle, y caían al estar hablando. El padre abandonaba al hijo, la mujer al marido y el hermano al hermano, pues esta enfermedad parecía atacar por el aliento y la vista. Y así, morían. Y no podía encontrarse a nadie que enterrara a los muertos por amistad o por dinero. Los miembros de una familia llevaban sus muertos por una zanja, como podían, sin sacerdote, sin oficios divinos. Tampoco sonaban a muerto las campanas, y en muchos lugares de Siena se excavaron grandes pozos y se cubrieron con la multitud de muertos, y fallecían por centenares, de día y de noche, y todos eran arrojados en esas zanjas y cubiertos de tierra. Y en cuanto las zanjas estaban llenas, se excavaban otras. Y yo, Agnolo di Tura... enterré a mis cinco hijos con mis propias manos... . Y así tantos murieron que todos creyeron que aquél era el fin del mundo". Fuente: Robert S.Gottfried, La Muerte Negra, Ed.F.C.E., México, 1989, pág.105.
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