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Los incas gobernaron sobre múltiples culturas y etnias que en muchos casos poseían una trayectoria más larga en el tiempo que los propios incas. Desde la capital Cuzco, el "ombligo del mundo" en idioma quechua, el dominio incaico se extendió hacia los cuatro puntos cardinales. El imperio se denominó Tahuantinsuyo que significa "las cuatro regiones que se integran" y que eran: Chinchasuyo al norte, Cuntisuyo al oeste, Collasuyo al sur y Antisuyo al este en relación al Cuzco. |
La jerarquía de mando del Tahuantinsuyo era muy rígida y vertical, pues el denominado Sapa Inca era quien tomaba las decisiones, secundado por los cuatro suyuyoc-apu (jefes de cada uno de los cuatro suyos) que residían en la capital. Otros consejeros asesoraban al Sapa Inca en materia judicial, militar o religiosa, además de un grupo de funcionarios que, en su calidad de veedores generales del Incario, se desplazaban por todo el imperio informando al Sapa Inca de cuanto sucedía. El Sapa Inca gozaba de todas las comodidades imaginables y su figura era respetada y venerada por todos. Entre sus privilegios también estaba el de poder elegir a sus mujeres entre las escogidas para tales fines. |
Cada suyo estaba dividido en provincias o huamani, cuyos límites coincidían a menudo con las fronteras étnico-políticas preincaicas y eran encabezados por los apo o jefes. Los huamani se descomponían a su vez en sectores o sayas al frente de las cuales estaban los tocricoc o gobernadores. Por último, las sayas se constituían a partir de un número variable de ayllus, el núcleo social básico andino al cual nos referiremos más adelante, donde la autoridad era ejercida por los curacas o caciques. |
En la administración del Tahuantinsuyo hay que destacar el funcionamiento de dos principios básicos: la reciprocidad y la redistribución. La reciprocidad, de una existencia anterior al dominio inca, era un mecanismo que operaba al interior de las aldeas y comunidades, permitiendo la ayuda mutua, la cooperación y la regulación de los intercambios. Así por ejemplo, las labores agrícolas eran ejecutadas por todos los miembros de un ayllu en virtud de los lazos de reciprocidad vigentes, y el producto del trabajo era repartido también entre todos. |
El dominio inca modificó en parte esta situación, al exigir a las comunidades la entrega de cierta cantidad de su producción (agrícola, textil, metalúrgica, etc.) al imperio y a los almacenes del Tahuantinsuyo. Sin embargo, los funcionarios incas abastecían a los ayllus con mercaderías obtenidas de otras latitudes, a cambio de la producción local. Eso es lo que se llama redistribución, donde la figura del curaca cobraba una especial importancia al constituirse en intermediario entre la reciprocidad comunal y la redistribución estatal. |
En cuanto a la estratificación social el ámbito andino se presentaba como un mosaico de diversos caciques y curacas, agrupados bajo la hegemonía de jefes de mayor rango. Bajo el dominio incaico este esquema varió, ya que los jefes principales aceptaron la preeminencia del Sapa Inca y reconocieron el nuevo ordenamiento estatal. Este grupo de señores regionales, a los que se agregaban los mayores funcionarios del imperio, los sacerdotes y algunos mercaderes, conformaban la élite del Tahuantinsuyo. Se distinguían de los demás por el uso de llamativos aros, por lo cual recibieron el nombre de "orejones", cuando arribaron los españoles. |
El pueblo, por su parte, estaba constituido por una serie de grupos que desempeñaban distintas funciones. Ahí se ubicaban los artesanos; los hatun runas, que eran la gran masa campesina; los mitmaq, súbditos trasladados por los incas para colonizar zonas conflictivas dentro del imperio; los pescadores y, finalmente, los yanas quienes eran utilizados como servidores personales de la élite. El pueblo y la élite se vinculaban a través de los curacas locales y la burocracia estatal. |
El ayllu era la unidad básica de toda la organización social, cuyos miembros reconocían antepasados comunes, aunque no constituían ni un clan ni un linaje. Cada ayllu, formado por aproximadamente cien familias encabezadas por un curaca, poseía tierras comunales que eran trabajadas por todos sus integrantes. Las familias tenían, asimismo, una porción de tierra (tupu), para satisfacer sus necesidades. A partir del dominio incaico, los ayllus también debieron cultivar tierras para el Sol (religión) y para el Inca (estado). La familia, formada por la pareja y sus hijos solteros, era, en síntesis, una unidad de producción y de consumo dentro de la cual se establecía la división del trabajo. |