Vida cotidiana

Códice Cospi

La vida diaria de un azteca, independientemente de su posición social, estaba sujeta a los mandatos de sus dioses. Lo mágico-religioso y la existencia cotidiana formaban un conjunto inseparable que se manifestaba en todas las actividades desarrolladas por las personas. Así por ejemplo, la guerra siempre se hacía en nombre y con el apoyo del dios tutelar Huitzilopochtli; sin la presencia de la divinidad, la guerra perdía sentido y la muerte en combate era estéril.

En cambio, morir en la guerra ritual significaba acceder a un mundo superior al amparo de los dioses. No obstante, de acuerdo con la mayoría de los especialistas en el tema, el pueblo azteca se caracterizaba por una suerte de pesimismo vital y una actitud resignada que contemplaba a los hombres como juguetes de los dioses. En virtud de ello, su vida era muy austera y se basaba en severas normas de convivencia.

Códice Florentino

La capital Tenochtitlán fue el centro de las actividades de los aztecas.

Se accedía a ella por tres impresionantes calzadas que la comunicaban con las orillas del lago Texcoco. Estos verdaderos terraplenes de piedra y tierra se extendían por miles de metros, siendo la calzada de Iztapalapa la más larga con 11 kilómetros.

Tenochtitlán

El centro de la ciudad poseía casi ochenta edificios entre los cuales destacaba el gigantesco templo dedicado a Quetzalcóatl con una base rectangular de 300 metros y una altura de 76 metros. Alrededor del centro se ubicaban las residencias de la nobleza y el mercado que, a la llegada de los españoles, mostraba una bullante actividad que involucraba a unas 40.000 personas equivalentes a la población de Sevilla en aquel entonces.

Mientras más se alejaba uno del centro, disminuían la calidad de las construcciones y la riqueza de sus moradores. En los contornos de la ciudad, por último, se encontraban las chozas de la mayor parte población.