Los Países Bajos: un problema insoluble para el Imperio español

Entre las regiones más florecientes y ricas de la Europa del siglo XVI se encontraban los llamados Países Bajos, que ocupaban una superficie aproximada correspondiente a los actuales territorios de Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Durante el reinado de Carlos I (1517-1557), estos dominios fueron incorporados a la corona española y Felipe II, su sucesor en el trono, intentó gobernarlos desde Madrid exclusivamente en función de los intereses hispanos.

A partir del año 1566, el Flandes español, como también se conocía a esta región, declaró la guerra a la metrópoli. La rebelión, que tenía fundamentos nacionalistas y religiosos, se desarrolló bajo la conducción del príncipe Guillermo de Orange y, tras años de enfrentamientos, siete provincias ubicadas al norte de los Países Bajos proclamaron su autonomía y constituyeron en 1581 la República de las Provincias Unidas. España sólo logró retener la zona meridional de los Países Bajos.

El nuevo Estado independiente -la actual Holanda- fue apoyado eficazmente en el exterior por los enemigos de España, entre los cuales sobresalía Inglaterra. Gracias a este apoyo. la nueva república resistió todos los ataques de las tropas españolas que infructuosamente intentaban reconquistarla. Finalmente, en el marco de la Paz de Westfalia de 1648, España reconoció formalmente la independencia de las Provincias Unidas.

La piratería holandesa en América se desarrolló en medio de todos estos conflictos, reflejando el odio y el deseo de independencia que animaba a los holandeses en contra de las fuerzas españolas.



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