La conquista española provocó la desestructuración del mundo aborigen americano, es decir, se interrumpió para siempre el devenir histórico de grandes civilizaciones e importantes culturas. Trastornadas sus jerarquías sociales, alterada su estructura económica y amenazadas sus creencias religiosas, los indígenas tuvieron que adaptarse a las nuevas circunstancias impuestas por los conquistadores.

Para pueblos guerreros y en proceso de expansión territorial como aztecas e incas, la derrota fue interpretada como el abandono por parte de sus dioses y el fin de un ciclo cósmico. Esto se ha denominado el "trauma de la conquista", que se refleja en los siguientes versos mexicanos de 1524, recogidos por Miguel León-Portilla:

Tal vez a nuestra perdición, tal vez a nuestra destrucción,
es sólo a donde seremos llevados
[más], ¿a dónde deberemos ir aún? Somos gente vulgar,
somos perecederos, somos mortales,
déjennos pues ya morir,
déjennos ya perecer,
puesto que ya nuestros dioses han muerto.

Una de las consecuencias de la derrota de sus dioses fue el desgano vital que se apoderó de muchos nativos. Esto se manifestó en una drástica caída de la fertilidad, abortos e infanticidios y dramáticos suicidios colectivos.

Por otra parte, las guerras entre españoles e indígenas diezmaron a un considerable número de población masculina y alteraron la organización familiar nativa. Los métodos bélicos empleados por los europeos fueron muy eficaces y contribuyeron a la brusca disminución de la población aborigen. Esto a pesar de los esfuerzos de la corona española, que promulgó diversas leyes para frenar los abusos derivados de las guerras.

Muchas muertes fueron consecuencia de las contiendas entre indígenas. Importantes pueblos y cacicazgos colaboraron con el invasor español para sacudir la dominación que sobre ellos ejercían poderosos vecinos. El mérito de los hispanos fue el aprovechamiento de rivalidades históricas entre los indígenas para lograr sus propios objetivos. Surgieron de esta manera los denominados indios amigos, claves para comprender el éxito de los europeos en América.

Por supuesto que los motivos psicológicos y las guerras de conquista no explican por sí solos la caída de la población indígena.

Quizás el factor que más gravitó en la mortandad nativa fueron las enfermedades, ejército invisible que causó el llamado "choque microbiano". En palabras de Nicolás Sánchez Albornoz, "estos morbos -especialmente la viruela, la malaria, el sarampión, el tifus y la gripe- que asolaban a Europa regularmente, saltaron pronto al Nuevo Mundo. Vinieron a la rastra de los invasores y encontraron aquí huéspedes sin inmunidad. Por el contrario, los tres continentes del Viejo Mundo compartían un mismo repertorio de enfermedades. África negra y el extremo oriente intercambiaron agentes patógenos con Europa a lo largo de siglos a través de los corredores que cruzan el Sahara o los desiertos asiáticos, siguiendo las rutas comerciales. (...) América no aportó mal alguno a la panoplia mundial, salvo, según creen algunos, la sífilis, y aun esto se halla en entredicho".

A las guerras y epidemias pronto se agregaron otras razones que igualmente afectaron a la población americana. Las necesidades de mano de obra para la extracción de oro y plata y para las labores agrícolas, acabaron con importantes contingentes indígenas. Los efectos de la mita minera y la consiguiente desnaturalización de muchos indígenas, el uso de los nativos como medio de transporte, la encomienda y los repartimientos también deben ser considerados como factores que incidieron en los problemas demográficos reseñados.

El caso más trágico sin duda se registró en las Antillas. Para terminar presentaremos lo ocurrido con la población taína de La Española a lo largo de la primera mitad del siglo XVI, según el estudio de Frank Moya Pons.

Los cálculos demográficos de este historiador arrojan una cifra de 377 mil 559 habitantes para la isla en 1494. El impacto de la conquista con todos los elementos mencionados redujo este número a 26 mil 334 taínos para 1514, o sea, en apenas veinte años más del 90% de la población taína había dejado de existir. Ni la deportación de naturales procedentes de otras islas antillanas ni la importación de esclavos negros pudieron evitar el desplome total de esta cultura durante el primer siglo colonial.

Esperemos que este triste ejemplo sirva para reflexionar en torno a lo sucedido en el pasado y a lo que ocurre también en el presente en muchas partes de América.



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