HOJAS

En cada uno de los primeros dos nudos, y en forma alterna, se desarrolla una hoja rudimentaria de tipo escamoso, denominada bráctea trífida (Figura 6). Estas hojas escamosas, que son pequeñas e insignificantes, se encuentran reducidas a un pecíolo rudimentario y a dos estípulas también rudimentarias; estas últimas se presentan unidas, en el caso del primer nudo, y libres entre sí en el segundo. Las brácteas mencionadas van gradualmente desintegrándose, hasta llegar a desaparecer luego que las plantas desarrollan su cuarta a quinta hoja verdadera. Los nudos de las brácteas no se contabilizan al momento de cuantificar los nudos existentes a primera flor en el tallo principal.
 
 

Figura 6. Planta de dos hojas en que se aprecian las dos brácteas trífidas y los cotiledones; éstos ya comienzan a mostrar signos de deshidratación.
 

A partir del tercer nudo, que corresponde al primer nudo real de la parte aérea, se desarrollan sucesivamente las hojas verdaderas; éstas son compuestas, alternas, y presentan dos a seis folíolos ovalados a oblongos con margen entero. Cada hoja se compone de un pecíolo, de un raquis, de uno, dos o tres pares de folíolos, y de uno a cinco zarcillos. Los zarcillos ayudan a que las plantas se sujeten entre sí, lo que les permite mantener una posición más erecta.
 
Las hojas de los primeros tres a cuatro nudos aéreos tienen un par de folíolos y pueden o no presentar un zarcillo terminal (Figura 7). A partir del cuarto o quinto nudo, las hojas continúan teniendo un solo par de folíolos, pero aumenta a tres en promedio el número de zarcillos, presentándose dos de ellos insertos lateralmente en el raquis y el tercero en posición terminal. Las hojas ubicadas en los nudos que preceden al primer nudo reproductivo, por su parte, presentan en general dos pares de folíolos, cuatro zarcillos laterales y uno terminal. Finalmente, las hojas superiores, a partir del primer o segundo nudo floral, tienen tres pares de folíolos, cuatro zarcillos laterales y uno terminal (Figura 8).
 
 

Figura 7. Hojas con dos folíolos y sus correspondientes estípulas; en la última hoja se observa un zarcillo terminal.
 
 
Figura 8. Hoja con seis folíolos y cinco zarcillos, correspondiente a un nudo reproductivo que presenta dos vainas.
 

En la axila de cada hoja, que corresponde al punto en que se produce la unión del pecíolo con el tallo, se desarrollan dos estípulas; estas estructuras, que pueden incluso alcanzar mayor tamaño que los folíolos, corresponden a hojas modificadas y presentan una gran capacidad fotosintética. Tanto los folíolos como las estípulas presentan una cutícula cerosa.
 
En los cultivares que producen granos de mayor tamaño, habitualmente los folíolos y las estípulas son más bien grandes; en aquellos cultivares que producen grano pequeño, en cambio, son de tamaño bastante más reducido.
 
Los cultivares de tipo áfilo, si bien carecen de hojas, mantienen la presencia de estípulas, las que generalmente son de tamaño bastante grande; el pecíolo, que en estos cultivares alcanza un gran crecimiento, especialmente en grosor, termina en poderosos zarcillos (Figura 9). Los zarcillos juegan un rol muy importante, ya que más allá de aportar en alguna medida a la fotosíntesis, ayudan a reducir el problema de tendedura mejorando así la calidad de la producción y la eficiencia en la cosecha mecanizada.
 
 

Figura 9. Planta áfila en que se aprecia el vigoroso crecimiento de estípulas y zarcillos.
 
 
 


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